" [...] En los alrededores del Museo Real de Bruselas está el barrio de Sablon, lleno de anticuarios, galerías de arte y cafés y restaurantes con terrazas que se desbordan sobre las veredas y aun los adoquines de la calzada. Es un día domingo con sol radiante y cielo azul marino, excelente para almorzar al aire libre, una carbonnade, por supuesto, y beber cerveza de barril, que los nativos de esta tierra preparan espesa y espumosa. En las mesas que me rodean hay familias de valones y flamencos que hacen todo lo posible por parecerse a los personajes de esos malvados chistes que los franceses atribuyen a los belgas y hacerme creer que son discretos, educados, bien vestidos, formalitos hasta la invisibilidad. Pero, a mí, esas apariencias no me engañan. ¿Después de haber pasado tres horas con Paul Delvaux? Jamás de los jamases".