Extracto Jesús entre las ruinas (04/04/2010)

https://elpais.com/diario/2010/04/04/opinion/1270332013_850215.html


"Emergió entre las ruinas del Palacio Legislativo de Puerto Príncipe como una aparición. Era un caballero de ébano, erecto e impecable, una presencia inverosímil en ese mediodía de calor torrencial, con su traje azul tan bien planchado, su chaleco, su corbata colorada, sus gruesos guantes negros de cuero y lana, su sombrero de fieltro, su bastón con un mapamundi en la empuñadura, su espada flamígera en el costado derecho y su daga sarracena en el izquierdo. En medio de la polvareda, sus zapatos relucían como espejos. -Soy Jesús de Nazareth -nos dijo en perfecto francés, sin mezclarlo con una palabra de créole-. He resucitado tres veces. La primera, ya saben cuándo. La segunda, para la independencia de Haití. Ésta es la tercera. Estaba sentado a la diestra del Padre y Él me mandó volver, con una misión [...] No tengo la menor simpatía por los santones, locos místicos ni aparecidos. Pero después de haber pasado unas cinco horas entre las catástrofes y devastaciones de la capital haitiana, aquella figura ceremoniosa y profunda me inspiró respeto y gratitud, pues parecía dar sentido de dignidad y trascendencia al cataclismo, el caos y la absurdidad que nos rodeaba [...] En las improvisadas oficinas de las Naciones Unidas erigidas en un rincón del aeropuerto nos habían dicho que era riesgoso internarse en algunos de los "campamentos espontáneos", donde, empujados por el hambre, la sed y la desesperación, algunos desplazados habían agredido a los voluntarios de las organizaciones humanitarias que distribuyen comida, agua, artículos de primera necesidad, vacunas y curan u operan a las víctimas. Pero nosotros -éramos dos funcionarios del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y yo- no encontramos la menor hostilidad en nuestro recorrido, sino algo todavía más angustiante: la pasividad de unos seres despojados de nervio y ánimo, sumidos en un sopor hipnótico, como bajo el efecto de una droga que estupidiza antes de matar. Frente a esa humanidad esterilizada por el dolor y la desolación, el Jesús de Nazareth haitiano era la encarnación de la vida, un monumento a la esperanza [...].